Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 6 de octubre de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Alocución
Número y páginas del Diario de Sesiones 113, 2.892, 2893
Tema: Alocución de Sagasta al ocupar la Presidencia del Congreso

Ocupó la silla de la Presidencia el señor Presidente, D. Práxedes Mateo Sagasta, y dijo:

Señores Diputados, al ocupar por primera vez este sillón presidencial, cumplo gustoso el grato deber de manifestar mi profundo reconocimiento a los Sres. Diputados por la inmerecida honra que la mayoría del Congreso me ha dispensado, elevándome al puesto más eminente que a un ciudadano lo es dado legítimamente alcanzar en los países monárquico-constitucionales.

No hubiera sido yo, seguramente, el favorecido con tan alta distinción, si no se atendiera más a circunstancias política que a la idoneidad para el desempeño de cargo tan difícil en la designación de las personas que al fin tienen la suerte de alcanzar honra tan insigne. Pero estas circunstancias política, que más que mis escasos merecimientos han contribuido a mi elección, me han producido a la vez la profunda pena de ver del nombre de un repúblico ilustre que el Gobierno, en uso de su derecho, tenía a este propósito designado.

Mas algo se mitiga este pesar mío al considerar que para impedir la lucha he hecho cuanto estaba en mi mano, y más quizás de lo que estaba en mi dignidad; que no hay para mi sacrificio grande tratándose del bien de mi partido y del afianzamiento de las altas instituciones que el país en uso de su soberanía se ha dado.

Empero, si mi nombre ha aparecido como bandera de oposición, no ha sido mía la culpa, ni con este propósito fue por mis amigos presentado. Si hoy tengo la altísima honra de ocupar este sitial, a él me ha traído mi antiguo partido, a él me han elevado mis correligionarios de siempre, mis correligionarios de hoy, mis compañeros en la desgracia antes, mis colaboradores en el poder después: y si a la iniciativa, si a la propuesta, si a los esfuerzos de mi partido ha venido a unirse la cooperación de otras parcialidades política, cooperación es ésta, Sres. Diputados, que, cuando se trata de un puesto como este, que debe estar por encima de todos los partidos, no se debe nunca pretender, pero tampoco se puede nunca rechazar, y seguramente no la habrá pretendido, pero tampoco la habrá rechazado, la candidatura que enfrente a la mía se presentaba.

La lucha ha venido, sin embargo, bien a mi pesar, pero en mi ánimo no ha dejado huella alguna; y aunque la hubiera dejado, no sería bastante para hacerme distinguir desde aquí vencedores ni vencidos; que desde tan grande altura no puedo ver más que representantes del país, Diputados de la Nación, con iguales derechos o idénticos deberes. Yo procuraré guardar y hacer guardar los primeros, si en el cumplimiento de los segundos encuentro el apoyo, que espero, en el ejercicio de la dificilísima misión que habéis tenido la bondad de confiarme.

Yo soy, Sres. Diputados, lo que fui, y lo que fui es público por mis actos de antes de la revolución y después de la revolución. Yo me llamo, Sres. Diputados, lo que me he llamado siempre; soy lo que fui; me llamo hoy como siempre me he llamado: yo soy progresista, y progresista democrático, como lo he sido siempre, como lo fueron los progresistas de 1.812, como lo fueron los progresistas de 1.837, como lo fueron los progresistas de 1.851, como lo son los progresistas de 1.869, como lo son, en fin, todos aquellos que fundan su política en el gran principio de la soberanía nacional.

Yo soy, pues, progresista-democrático: progresista democrático era el ministerio que acaba de dejar ese banco contra mi voluntad y a pesar mío: progresista democrático es el Ministerio que va a reemplazarle. Sin embargo, con mi nombre se ha reñido una gran batalla, y lo que es peor, a consecuencia de mi elevación a la silla presidencial han tenido lugar estos días sucesos que yo olvido en cuanto a mi humilde personalidad se refieren. Por iguales gentes y alegando idénticos motivos fueron más de una vez maltratados los más insignes varones del partido progresista; y no me duele, antes bien me consuela, la idea de seguir hasta en esto la suerte de aquellos que yo considero como mis maestros, y en cuyos ejemplos procuro inspirar siempre mi conducta.

Pero si yo puedo olvidar estos sucesos en lo que a mi humilde persona se refieren, no puedo ni debo olvidarlos en cuanto se refieren a, la investidura con que el Congreso me ha honrado. Yo protesto, y debo protestar desde este sitio, contra los que al amparo del ejercicio de un derecho consignado en la Constitución del Estado, y que yo soy el primero en respetar, han pretendido atacar en la personificación de la Presidencia de este Cuerpo altísimas prerrogativas, en cuyo respeto se funda especialmente la libertad de los pueblos cultos.

Esta libertad es la que yo quiero para mi Patria; a esta libertad aspiro; y para ello, aceptando sin reservas de ningun género y en toda su integridad la Constitución de 1.869, deseo, en vez de una política pequeña que fraccionando las grandes agrupaciones no permita más que mezquinas parcialidades que se gastan y se consumen en luchas estériles, una política grande que produzca la creación de grandes partidos, porque sólo los grandes partidos son capaces de satisfacer las aspiraciones del país.

Por eso deseo que en vez de una política de exclusivismo y de intransigencia, que no engendra más que desconfianzas, ni produce más que enconos, ni puede terminar más que por catástrofes, se siga una política grande, generosa, dentro de la cual quepan todos los que de buena fe, vengan de donde vinieren, acudan a defender nuestros principios; para ello quiero una política que, inflexible en cuanto a las ideas, y tolerante en cuanto a las personas, enseñe a los amigos que sólo estimándose y respetándose es como pueden llegar a ser invencibles, y advierta al mismo tiempo a los adversarios que siempre hay un [2.892] puesto en nuestras filas para todo el que quiera venir a hacer pruebas de adhesión a nuestra causa; una política que al mismo tiempo que fomente y proteja la iniciativa individual, fortalezca y vigorice la acción de la sociedad; una política que, abriendo puerta anchurosa a la libertad, no dé motivo de queja a los partidos más radicales dentro del orden, mientras que cerrándola herméticamente a todo género de desórdenes, no dé tampoco ocasión de disgusto a los partidos más conservadores dentro de la libertad; una política, en fin, que armonizando el ejercicio de los derechos individuales con el respeto a la autoridad, hasta el punto de que lleguen a ser una misma cosa la libertad y el orden, ni inspire recelos a los partidos liberales, ni infunda temor a los partidos conservadores, para atraernos así las simpatías y la confianza de todas las clases sociales en el interior, y el respeto y la consideración de todos los partidos políticos en el exterior.

Hagamos todos, Sres. Diputados, esta política grande, generosa y salvadora, cada cual dentro de sus ideas; contribuyamos todos, colocándose cada uno en el Iugar a que por sus estudios, sus aspiraciones o su experiencia sea llamado, sin odio, sin encono hacia los demás, a la formación de los dos grandes partidos que, progresivo el uno y conservador el otro, han de constituir los dos elementos indispensables a la marcha regular de las instituciones representativas, para que en su buena armonía, y obrando cada cual independientemente en Ias cuestiones accesorias de la política y en los detalles de la administración, puedan fundirse en uno sólo en el momento en que las instituciones fundamentales del país o los altos intereses de la Patria lo reclamen, para volver a separarse y ocupar cada cual su puesto tan pronto como el peligro común haya desaparecido.

Contribuyamos todos, Sres. Diputados, a hacer regular y ordenada la marcha de la política española, para que sin camarillas arriba, ni presión abajo, se facilite la gobernación del Estado, y de esta manera podamos todos marchar, los que quieren menos, como los que queremos más, impulsados por el mismo noble deseo, al mismo patriótico fin, a la salvación de la libertad y al afianzamiento del orden, bases esenciales de la prosperidad y del bienestar de la Patria. He dicho.



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